Dave Grohl, ese chaval delgaducho de Springfield (si, como los Simpson) que soñaba con ser roquero y empezó a simpatizar con la escena punk de su ciudad aprendiendo a tocar la batería de oído inspirándose en artistas de todo tipo (desde el jazz hasta el punk o el metal), batería incombustible de Nirvana, banda en la que solía situarse en un discreto segundo plano eclipsado casi siempre por el descomunal talento del más payaso, rebelde y melancólico representante de la escena grunge de la época, que después del triste suicidio de este, formaría su propio grupo en que el mismo al principio componía, tocaba los instrumentos, cantaba y mezclaba para con el tiempo y varios amigos de igual talento convertir a los Foo Fighters en una de las mayores bandas de Rock del mundo y llenar estadios en los cinco continentes…
Se aburría en el confinamiento y ha escrito su biografía.
Por escuchar las batallitas de un papá roquero que en un día corriente se va de fiesta con Paul McCartney y ACDC después de tocar en la casa blanca para los veteranos del ejercito de EEUU o se desvía más de 300km para intentar entrar sin éxito en el Bar de streaptease del cantante de Pantera, por intentar aprender algo del apasionado proceso creativo de un genio de la música y porque simplemente nos cae genial. Os recomendamos leer su libro; The storyteller.